Koscielny, Rosicky y Van Persie marcaron antes del descanso, pero no pudieron rematar a un Milán que pasó miedo.
Pocas veces una muerte fue tan digna. El Arsenal no estará en el
bombo de los cuartos de final de la Liga de Campeones pero lo podría
haber logrado si sus fuerzas hubiesen aguantado un poco más. Y es que
los 'gunners' remaron hasta la orilla pero sus fuerzas flaquearon antes
de tiempo y perecieron cuando casi hacían pie. Koscielny, Rosicky y Van
Persie avivaron las esperanzas antes del descanso, pero no consiguieron
derribar el muro en su totalidad por el buen manejo del tiempo por parte
de los milanistas.
Pasa el Milán a cuartos. Un equipo que nada se asemejó al visto en
San Siro hace dos semanas. El equipo de Allegri se refugió en la renta
cosechada en casa y fueron rebasados desde el inicio por un Arsenal
voraz en la recuperación y vertiginoso en el ataque. La ineficacia de su
centro del campo se transmitió a la defensa 'rossonera' hasta poner en
claro peligro el botín de la ida. Fue en el segundo tiempo cuando
asomaron Robinho e Ibrahimovic para poner a prueba a un Szczesny
inconmensurable en todas sus acciones.
Solo el hecho de soñar con meter cuatro goles a un equipo italiano
resultaba casi una temeridad. El Milán selló prácticamente el pase a
cuartos de final de la Liga de Campeones hace dos semanas y nada hacía
presagiar una mutación devastadora. Pero el Arsenal tragó saliva y se
aferró al buen momento de Van Persie. La gesta pasaba por unos primeros
minutos de acoso a la portería de Abbiati.
Ambos estilos colisionaron desde pitido inicial. El Arsenal imprimió
velocidad al juego mientras el Milán aguantaba el chaparrón como podía.
De ese choque futbolístico salió airoso el equipo 'gunner' desde bien
temprano. Un córner botado por Chamberlain cayó por la zona del central
francés y éste, libre de marca, sólo tuvo que poner la cabeza para
despertar las ilusiones de los londinenses.
El Milán era una caricatura del de San Siro. No supo metabolizar el
tempranero golpe y el Arsenal se quiso aprovechar del momento. Con una
presión asfixiante, transiciones rápidas y una movilidad jaquecosa de
sus atacantes, el equipo de Wenger arrinconó a su rival hasta verle
desprotegido y soltar los siguientes crochés. Todos avanzaban en la
misma dirección, a la dirección que sugería Rosicky. El checo movía y
Van Persie marcaba al rival con latigazos. La refinada cara del Arsenal y
la vulgar imagen del Milán hacían replantear los pronósticos a las
casas de apuestas, 21 euros por euro apostado para los 'gunners' al
comienzo del encuentro y sólo 2,55 al descanso. Y todo por los goles de
los dos abanderados del Arsenal. Rosicky hizo el segundo tras un fallo
garrafal de Thiago Silva, impropio de él pero reflejo claro de la caraja
milanista, y Van Persie puso la locura al filo del descanso al
transformar un penalti cometido sobre Chamberlain.
Un Arsenal desfondado se ahoga en la orilla
Lo más difícil ya estaba hecho. Los tiempos se habían marcado a la
perfección y el Arsenal se fue a los vestuarios con la necesidad de
marcar únicamente un gol para ir a la prórroga. Seguramente que los
'gunners' hubiera preferido saltarse el descanso y aprovechar la inercia
del primer acto. Y es que el conjunto 'rossonero' adelantó sus líneas y
por consiguiente su imagen mejoró sustancialmente. Robinho siempre se
ofrecía e Ibrahimovic era la vía de escape. Todo ese trabajo lo
destrozaba su gripada zona de máquinas. Una pérdida de Van Bommel pudo
causar la devastación total a falta de media hora para el final de no
ser por los reflejos de Abbiati ante el disparo de Van Persie en boca de
gol.
El cansancio rompió por completo el encuentro y a menudo se
frecuentaban las áreas por regalos del rival. De ese intercambio de
imprecisiones resurgió el cancerbero Szczesny al repeler uno de esos
disparos inesperados de Ibrahimovic y al atajar en línea de gol un
intento de Nocerino.
El Arsenal nunca abandonó el campo de batalla. Lo intentó por todos
los medios pero el despliegue físico del primer tiempo pasó factura y el
equipo acabó ahogado en la orilla de los cuartos de final. Ahí estará
un Milán bipolar, romántico en la ida y timorato en la vuelta.
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